Dr. Polito
Ella tenía 16 años y estudiaba bachillerato en Neiva.
Él, a sus 32, apenas bachiller, era representante liberal a la Cámara por Huila.
Poderoso él, desconocida ella, se casaron el 1 de julio de 1948, en ceremonia católica, en la iglesia Santa Teresita del Niño Jesús.
De ascendencia libanesa ambos, eran tan cercanos, tanto como un tío materno y su sobrina, o como una sobrina y su tío materno.
Sobre los cimientos aberrantes de ese matrimonio incestuoso, anulado en 1986 por el papa Juan Pablo Segundo, Julio César Turbay Ayala y Nydia Quintero Turbay, ante el mutismo absoluto de una Colombia cómplice, sin los acostumbrados escándalos que arman los curas contra los pobres y los humildes que no van a misa, sin el repudio de la autobautizada gente de bien, sin los comentarios comadreros, maquillaron una pareja que ya está en la historia de la infamia nacional.
Pese a los vínculos de su familia (la de ambos, realmente) con el narcotráfico, y las sospechas bien fundadas de que él también los tuvo, el hombre llegó a la presidencia de Colombia e instauró un régimen brutal, de terror generalizado sustentado en un engendro jurídico conocido como Estatuto de Seguridad.
Miles fueron detenidos de manera arbitraria, muchos desaparecidos, muchos ejecutados extrajudicialmente, otros miles desplazados… Nadie estaba seguro bajo el Estatuto de Seguridad.
La Universidad Nacional fue allanada; las casas, requisadas sin orden judicial; los sindicalistas, perseguidos sin descanso; los estudiantes convertidos en sospechosos de lo que se le ocurriera a la autoridad militar de cada lugar…
El Estado era el terror, y Turbay, un verdadero terrorista.
Desde luego, los intelectuales que pudieron, abandonaron el país, y desaparecieron los activistas políticos.
Tener un afiche de Ernesto ‘Che’ Guevara era un delito castigado con toda la drasticidad posible.
La tortura, incluso hasta la muerte, se hizo institución de un Estado en el que el poder real era el militar y su manera de ejercerlo, el fusil desasegurado.
En algún momento, debió ser a él, se le encendió un bombillo en la cabeza y parió una idea para contrarrestar la infamia de su gobierno: crear un organismo que le permitiera limpiarle el rostro al gobierno.
Nació la Fundación Solidaridad por Colombia, que tuvo a la primera dama como directora y dueña absoluta de la entidad y de todos sus derechos.
Ella, que jamás se pronunció contra los increíbles abusos del gobierno de su tío-marido, que jamás enjuagó una lágrima de viuda o de madre huérfana, que no supo de la sed del torturado, pasó, de la noche a la mañana, a ser considerada, y calificada por la prensa cómplice (sí, la misma de ahora), como “una gran mujer social”.
Él, tío-esposo, y ella, sobrina-esposa, se ocuparon de darle al gobierno la misma mano de maquillaje de su matrimonio.
Nydia Quintero fue, entonces, la Gran Burundun-Burundá de la solidaridad en Colombia, del gesto compasivo, de la mano generosa... mientras las cárceles no daban abasto y los sepultureros se afanaban por abrir y cerrar tumbas, y las gentes pensantes buscaban cómo salir de la enorme prisión en que habían convertido el país.
Él, no, pero compañeros y amigos del presidente Gustavo Petro saben, en su carne y en sus huesos, de lo que fue el Estatuto de Seguridad del que Mama Nydia, como llegaron a llamarla, la “gran mujer social”, nunca dijo nada. Nada de nada.
La pareja se separó y se divorció, y ambos volvieron a casarse. El, con su exconsuegra Amparo Canal. Ella, con el político del Valle Gustavo Balcázar Monzón, un real gamonal de vereda.
Turbay murió el 13 de septiembre de 2005 a los 89 años.
Su sobrina-esposa, hace pocos días, en Bogotá, a los 93 años.
Ah, olvidaba: el matrimonio incestuoso tuvo cuatro hijos, y el senador Miguel Uribe Turbay, herido en atentado reciente, era el nieto del expresidente, y el nieto y sobrino-nieto de la ex primera dama.