¿Estamos en guerra?

Por Dr. Polito

Ignorar la historia, en especial la nacional, de la que han sido y son, pero ya no serán más protagonistas, es de la esencia de los colombianos que, por gracia de Dios Nuestro Señor, se bautizaron como gente de bien.

El dolor de saber que su marido, Miguel, agoniza en una clínica, víctima de la violencia que estimulan y sostienen él mismo y los suyos, entendidos como los de su clase, es inmenso, tanto como el de millones de otros colombianos que han perdido para siempre no solo a uno, sino en muchos casos, a varios parientes y amigos.

Es un dolor que agobia, que anula, que inmoviliza, casi que mata.

Y ese dolor, y la congoja que genera, llevaron a María Claudia Tarazona a descubrir, casi seis siglos después, que “el país está en guerra”.

Sí, señora, este país está en guerra desde 1499, cuando, a nombre de la corona española, el tramposo Alonso de Ojeda llegó al Cabo de la Vela y dio comienzo a la hecatombe que arrasó con nuestros antepasados.

Que, si lo mira con calma, también fueron los suyos, aunque lo nieguen algunos. Y lo niegan, pese a que, como dijo un compadrito, en Colombia “quien no tira flecha, toca tambor”.

Es una guerra de ustedes contra los demás, por si pretende buscar las causas. De ustedes los ricos, los poderosos, los aristócratas, la gente de bien, contra el resto, al que explotan, humillan, despojan ofenden, vituperan, marginan, le niegan todo, hasta el derecho de vivir...

Y en el marco de esa guerra le tocó a su marido la malhadada ocasión de ser víctima. Cayó menos de dos minutos después de predicar la posibilidad de armar a unos pocos, los suyos, los supuestos buenos, contra los demás que, por deducción, seremos los malos.

Como si esa de privilegiar el uso de las armas no hubiera sido la norma durante estos siglos…

Sí, señora Tarazona, este país está en guerra, y lo estará mientras sea uno de los tres más injustos del planeta, mientras el reducido círculo social del que usted y su marido y sus familias forman parte, sigan convencidos de que el derecho divino los ampara para hacer y deshacer con los demás.

Y estará en guerra todo el tiempo que duren las siniestras alianzas de las élites políticas, económicas y sociales con las élites de la criminalidad de todo pelambre para hacer suyo el Estado, pero, principalmente, el dinero que ese Estado les roba injustamente a los pobres, a los que nada tienen.

Sí. La guerra seguirá mientras la suerte del país se defina en los mullidos sillones de los clubes sociales donde los escogidos, como su marido y los de su derechista partido engordan aún más sus nalgas mofletudas mientras comen y beben y compravenden lo que nunca les ha pertenecido.

Esta, señora, es una guerra en la que niños de 14 años, apertrechados con armas que solo ustedes y sus socios criminales pueden comprar, disparan contra senadores como su marido y se defienden gritando la verdad: que lo hacen por dinero para sus familias, siempre sumidas en una pobreza que usted no alcanza a imaginar.

Desde luego, es lamentable lo que le sucedió a su marido, y todos los colombianos, como lo habrá percibido, lo lamentamos y deseamos que la recuperación sea total.

Pero esos sentimientos no impiden recordar que la guerra sigue y que la culpa está donde estén usted y los que son como usted.

Ahora, que descubrió que este país está en guerra, ¿qué soluciones se le ocurren para ponerle fin y cambiarla por la paz, como lo desea con vehemencia, con desesperación, el resto de colombianos y como lo pretende un Gobierno al que ustedes, los menos, los pocos privilegiados, los pretendidos amos y señores, repudian con toda su bilis, solo porque piensa que el turno es para el pueblo que a ustedes les huele tan feo?

No se puede pasar por alto que Miguel Uribe Turbay está herido, ojalá no de muerte, por estimular la guerra.

Porque proponer proponer armar a la gente, eso, señora, eso es la guerra.

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